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 14.02.2024

Impacto de la industria textil sobre el agua

Hace tiempo que se habla del impacto de la moda rápida (fast fashion) sobre el medio ambiente y poco a poco algunos colectivos de consumidores están reaccionando, pero todavía queda mucho para avanzar. Los capítulos oscuros de la producción textil están asociados sobre todo con la explotación de la mano de obra, infantil y femenina en la mayoría de los casos. Si bien muchos de los países que se dedican a la producción de ropa han legislado tímidamente en materia laboral, otros impactos negativos asociados a los procesos productivos no han mejorado.

El proceso de producción de ropa consume mucha agua. El cultivo de algodón u otras fibras vegetales desvía agua que tendría que ser para el consumo humano o para regar campos de cultivo. Para teñir o estampar la ropa se usan productos líquidos tóxicos que acaban en los ríos sin depuración previa y que contaminan el mar o los grandes ríos continentales.

Se calcula que la moda es responsable del 20% de las aguas residuales que se producen en el mundo.

Actualmente, en Cataluña estamos ganando conciencia sobre la importancia de tener agua y que esta sea de calidad. Estamos haciendo esfuerzos para disminuir el consumo y dejar a un lado los usos no esenciales, confiando que lleguen lluvias y la tecnología nos permita obtener agua tratada.

La sequía y los problemas de agua no son exclusivos de la cuenca mediterránea. Países del sudeste asiático, principales productores de la moda que se consume a Europa, tienen serios problemas de disponibilidad de agua dulce sin contaminar, la falta de infraestructuras adecuadas generan aguas residuales sin depurar y, además, son territorios que están sometidos a graves inundaciones.

La moda efímera y el consumismo desmesurado de ropa barata y de mala calidad contribuye a prolongar los impactos negativos sobre el planeta. Las claves para enfocar la moda a la sostenibilidad pasa por la producción neta y productos de calidad, proteger el trabajo digno y, como consumidores, no dejarse llevar por los impulsos en la hora de comprar.