
Anna Pascual, investigadora principal del CNAG: “En el CNAG tenemos dos elementos clave para la investigación en genómica espacial: una infraestructura tecnológica sólida y experiencia en biología computacional”
Apasionada por la inmunología, su carrera la ha llevado a descifrar los misterios de los tejidos, desde las estructuras más básicas hasta la complejidad de los genomas. Gracias a los avances tecnológicos, ha podido profundizar en el análisis de genomas completos y estudiar marcadores a una escala nunca vista. Tras realizar una estancia en Berlín, decidió regresar a Barcelona, donde lidera el Equipo de Genómica Espacial del Centro Nacional de Análisis Genómico (CNAG).
¿En qué consiste el estudio de la genómica espacial y cómo puede influir en el diagnóstico de enfermedades? ¿Qué ámbitos crees que tienen más potencial para esta tecnología?
En el ámbito de la genómica espacial, lo que hacemos es tomar muestras de tejidos de pacientes procedentes de hospitales y estudiar cómo se organizan a escala molecular y celular. Estas muestras pueden ser de tejidos sanos, aunque no es lo más habitual, o bien proceder de biopsias o resecciones de una muestra de un tumor o de una enfermedad crónica. Queremos entender cómo la organización y la arquitectura del tejido, a nivel molecular y celular, nos pueden explicar esa enfermedad.
¿Cuál es el principal desafío en aplicar la genómica espacial en un entorno clínico?
En el CNAG tenemos dos elementos clave para la investigación en genómica espacial: una infraestructura tecnológica sólida y experiencia en biología computacional. Esto nos permite reclutar biólogos computacionales y crear un entorno rico para analizar datos complejos. Mi rol ha sido combinar estas fortalezas, pero está claro que necesitamos contar con expertos en histopatología, esencial para entender los tejidos humanos que luego analizarán los biólogos computacionales, lo que denominamos patología digital. Debemos tomar esas matrices de datos de los tejidos y comprenderlas para poder avanzar en la investigación. Aquí la inteligencia artificial también tendrá un papel muy relevante —ya lo tiene—, pero será indispensable, sobre todo, para estandarizar los procesos de análisis y hacerlos más robustos y rápidos, lo que nos permitirá acercarnos más al entorno clínico.
¿Cómo contribuye tu experiencia en inmunología de tejidos a los objetivos de la genómica espacial del CNAG y qué avances esperas lograr en la caracterización de tejidos?
El sistema inmunitario es fundamental para mantener la homeostasis de los tejidos y para protegernos de cualquier amenaza externa. Esta idea ha guiado toda mi carrera: entender cómo actúan las células del sistema inmunitario en los tejidos, que, por otro lado, son precisamente el lugar donde estas células llevan a cabo su función. A medida que la tecnología ha avanzado, nos ha permitido analizar no solo unos pocos marcadores de proteínas o ARN, sino que hemos pasado a poder estudiar hasta 18.000 marcadores, es decir, el genoma completo. Este salto tecnológico ha multiplicado exponencialmente la capacidad de caracterizar una muestra en pocos años. Hace apenas 15 años, la técnica de *single cell RNA sequencing* no existía. Ahora, podemos obtener toda la información de una sola célula, saber exactamente dónde se encuentra en el tejido, quién tiene cerca y cómo interactúa con las demás células, qué moléculas utilizan para comunicarse. Esta es la próxima revolución de la biomedicina.
¿Qué oportunidades te parecen que ofrece la genómica espacial para avanzar en la medicina personalizada?
Representa muchas oportunidades. Cuando tomamos la muestra de un paciente, obtenemos toda la información genética, histopatológica y específica de ese caso, lo que nos permite, por ejemplo, analizar un cáncer. Este es uno de los campos de aplicación más grandes de la genómica espacial, ya que sabemos que la interacción entre las células tumorales y el microambiente del tejido determina en gran medida el pronóstico del paciente, el tratamiento que debe recibir y cómo responderá a él. Con esta información, podemos ver cómo se organizan las células del tumor en el órgano o tejido de cada paciente, y eso nos permite ajustar una terapia dirigida para que llegue exactamente donde debe, u optimizar el uso de la inmunoterapia en el cáncer.
En cuanto al posicionamiento del CNAG como referente en investigación genómica, ¿cómo valoras que se haya ubicado dentro del ecosistema del Parc Científic de Barcelona y qué sinergias crees que pueden tener con otros centros e instituciones?
Como llevo poco tiempo aquí, todavía estoy construyendo la red de colaboraciones, pero en este tiempo ya hemos establecido muchas conexiones en el ámbito de la genómica espacial. En apenas un año y medio, hemos impulsado numerosas colaboraciones, especialmente dentro del Parc Científic de Barcelona (PCB). Por ejemplo, hemos iniciado proyectos importantes con el Instituto de Investigación Biomédica (IRB Barcelona) y hemos solicitado becas nacionales e internacionales para iniciativas conjuntas. Son proyectos muy grandes, a los que también se han sumado compañías farmacéuticas y biotecnológicas para intentar entender cómo los tratamientos de ciertas enfermedades afectan la arquitectura de los tejidos y cómo podemos mejorarlos, por poner solo un ejemplo.
El CNAG dispone de avanzadas instalaciones tecnológicas que permiten la investigación de vanguardia. ¿Cómo benefician estas instalaciones la investigación en tu campo?
Creo que el CNAG ha sido uno de los pioneros en apostar por una línea que, aunque inicialmente pocos supieron anticipar, ahora está claramente consolidada. De hecho, en 2021, la revista Nature declaró que la Spatial Transcriptomics era el método del año, y en diciembre de 2024 hizo lo mismo con la Spatial Proteomics, ambas técnicas avanzadas de análisis biológico. El CNAG fue rápido en adoptar esta apuesta. Nosotros contamos con la tecnología necesaria para realizar estos análisis —sin ella no se puede hacer nada—, pero también tenemos el talento investigador para poder analizar estos datos, que provienen de millones de células por muestra y abarcan todo el genoma. Se necesita contar con expertos en patología, biología molecular, biología celular, etc., para poder reunir toda esa información, desglosarla e interpretarla. Además, formamos parte de consorcios internacionales dedicados a crear mapas espaciales de los tejidos. Ahora mismo estamos avanzando hacia la tecnología Spatial, en la que laboratorios e instituciones de todo el mundo colaboramos para desarrollar estas herramientas, aprovecharlas al máximo y aplicarlas en el ámbito clínico.
¿Cómo ves el papel de las mujeres en la ciencia y la importancia de la igualdad de género en la investigación?
En general, se está avanzando, pero todavía estamos lejos de la equidad de género. Existe un sesgo en el reconocimiento del mismo trabajo según lo firme un hombre o una mujer, y diversos estudios lo demuestran. Aún queda camino por recorrer, también porque la perspectiva femenina en la investigación es distinta, aporta culturas y formas de hacer más inclusivas. Debemos enfocar los problemas y resolverlos tanto a nivel teórico, mental y científico como a nivel de trabajo en equipo, y eso tiene un impacto. Yo creo que aún es un reto lograr una verdadera equidad, porque una ciencia equitativa será una ciencia mejor. Cuantas más perspectivas diversas tengamos en la ciencia, más representativa será esa ciencia de lo que es la vida.
¿Cuál es la apuesta del CNAG para los próximos años teniendo en cuenta el potencial de esta tecnología?
En el CNAG tenemos dos elementos clave para la investigación en genómica espacial: una infraestructura tecnológica sólida y experiencia en biología computacional. Creo que hay una apuesta clara por avanzar hacia el diagnóstico, aunque no es sencillo, ya que hay otros centros que también trabajan en esta dirección. Aun así, el objetivo del CNAG sigue siendo consolidarse como un centro de referencia en tecnología e infraestructura genómica, no solo en Cataluña, sino también a nivel estatal y europeo. Ahora bien, también hay un impulso importante para fomentar proyectos propios dentro del centro como motor de innovación, facilitando la transición hacia aplicaciones clínicas, la creación de *startups* y el avance en la investigación académica.



